La Comunidad de Madrid fue la gran afortunada del sorteo de Navidad 2009. Tras 18 años de espera, la capital repartió íntegramente el gordo, la localidad de Getafe se llevó todo el segundo y hubo afortunados en diferentes municipios de la región con parte del tercero, que se adquirió en la castiza Doña Manolita; uno de los cuartos, repartido en Vallecas, y parte de siete quintos. En total, más de 1.100 millones de euros para hacer algo más suave la grave crisis económica.
El premio «gordo» de la lotería de Navidad llenó de millones el populoso y multicultural barrio madrileño de Estrecho, en el distrito de Tetuán. La administración 146, ubicada en la calle Bravo Murillo 201 -entre las conocidas glorieta de Cuatro Caminos y la plaza de Castilla-, vendió las 195 series del 78294, aunque algunas fueron devueltas el lunes por la noche a Hacienda al no ser adquiridas por nadie.
Como le gusta decir a la mayoría, es un premio muy repartido, pues al venderse la mayor parte en ventanilla son muchos los afortunados: «Está muy repartido, porque aquí compran muchos vecinos de la zona. Gran parte de los afortunados están muy necesitados, porque es un barrio en el que hay muchos parados y extranjeros con sueldos muy bajos», asegura a La Voz Ana, una de las empleadas de la administración afortunada.
El barrio de Estrecho está lleno de antiguas viviendas en las que residían inmigrantes españoles de los sesenta, que han ido dejando paso a ciudadanos llegados del extranjero en busca de fortuna. Ahora es fácil ver tiendas con productos típicos de Sudamérica, peluquerías especializadas en peinados afro, tiendas de ropa o alimentos regentados por chinos, así como bares con especialidades de más allá del Atlántico. Por eso, gran parte de los vecinos de la zona que se acercaron ayer a la administración de Antonio Bonet para celebrar el gordo no eran nacidos en España.
Pero no todos los euros repartidos fueron a manos de inmigrantes. De hecho, la dirección regional de Marsans, una empresa perteneciente a un grupo con problemas laborales, adquirió varias series en la administración 146, que luego repartió entre la mayor parte de sus empleados. «No es que estén abonados. Es que vinieron a comprar aquí y les dimos ese número», asegura a La Voz el propio Bonet.
Este regenta el negocio desde el 2003, pero lo heredó de su abuela Cristina, que lo dirigió durante casi 30 años, siempre en este barrio: «Estamos muy contentos, porque hemos llenado a los vecinos del barrio de alegría. Muchos realmente lo necesitaban, porque lo están pasando muy mal. La mala suerte es que ninguno de los que trabajamos en la administración llevábamos algún décimo del gordo», resalta el propietario.
«Llevábamos un décimo entre las tres compañeras que nos turnamos a vender aquí, pero no nos ha tocado nada. A pesar de todo, estamos muy contentas, a la vez que nerviosas, por lo que se ha montado en la oficina de loterías. Aunque lo he visto muchas veces por la televisión, nunca pensé que podía montarse tanto jaleo y podían venir tantos medios de comunicación», resalta Mercedes, la empleada con menos tiempo en la empresa, solo tres años.
Esta mujer también pudo comprobar cómo, además de numerosos vecinos curiosos, alguno afortunado, periodistas y fotógrafos, otro gremio muy representado en el 210 de la calle Bravo Murillo era el de la banca. Nada más conocerse la noticia, empleados de distintas agencias repartían sus tarjetas entre todo aquel que aseguraba que le había tocado algo. Distinguidos del resto con paraguas de sus respectivos bancos y cajas, los más atrevidos comentaban las «magníficas» ventajas que disfrutaría aquel tocado por la varita de la fortuna que llevara el dinero a su agencia.
fuente: lavozdegalicia.es