Rosarno: una situación ejemplar

Cansados de vivir en un almacén abandonado y de recojer fruta en cabio de pocos euros por día, los inmigrantes de Rosarno, en el sur de Italia, han protestado dejando ver una situación, la de las diarias violaciones de derechos humanos por parte de emprendedores sin escrúpulos, de la cual el mundo de la información parece olvidarse muy a menudo.

rosarnoCajones de la basura revueltos, verjas de casas arruinadas, coches destruidos. Este ha sido el paisaje con el que se han encontrado los ciudadanos de Rosarno, un pequeño pueblo de Calabria, al despertarse la mañana del 8 de enero.

En la tarde anterior, un grupo de ciudadanos extracomunitarios había estallado en un protesta armada, que se ha convertido en guerrilla urbana en contra de la Policía. Los inmigrantes, por la mayoría africanos, enervados por las condiciones deshumanas en las que eran obligados a vivir y a trabajar, han reaccionado de esta manera al ataque organizado por un grupo de desconocidos a algunos de ellos. Pase las heridas no graves de los implicados, para estos trabajadores esta ha sido la gota que hizo colmar el vaso . Hace menos de un año, en mayo 2009, habían sido encarcerados tres emprendedores, acusados de tratar de esclavos a los inmigrantes. En diciembre, un acontecimiento muy parecido al que hizo estallar la última protesta: desde un auto, dos hombres dispararon algunos golpes de pistola a dos jovenes africanos que volvían del campo. Aquella vez también, los inmigrantes habían manifestado su disgusto, saliendo de la oscuridad y envadiendo las calles.


Así, después de los enfrentamientos con la polcía, ha empezado una verdadera «caza al inmigrante» en las afueras de Rosarno y por toda la plana que le rodea, la de Gioia Tauro. Grupos armados han dado vueltas por estos lugares, armados con balas para herir o matar. La gran Mayoría de los 1500 inmigrantes que trabajaban por aquellos lugares ya están internados en los «centros de acogida» del sur de Calabria.

Como a menudo pasa en Italia, se tiene que llegar muy cerca de la muerte de inocentes para que un problema pueda recibir la atención que merece. «Buscábamos el paraiso, nos hemos encontrados con el infierno» ha declarado a un reportero de Repubblica uno de los inmigrantes. Trabajaban en el campo, recogiendo naranjas o tomates según fuera verano o invierno. Toda respuesta que un pais del «mundo occidental» sabe dar a quien le pide ayuda, huyendo de situaciones tan graves que les hacen preferir quedarse aqui, son 15 euros para un día de trabajo y un alojamiento en viejas casas abandonadas. Sin luz, sin agua, sin un váter.

Según el informe de Caritas, entre 2005 y 2008 Italia vió crecer la población de inmigrantes en su territorio de un 45, 7%, frente a una media UE del 14 % (de 27,1 a 31 millones de personas). Además, si la media de ciudadanos extracomunitarios en los paises europeos es actualmente del 6,2%, en Italia se ha pasado esta barrera por la primera vez en 2008, llegando a un 7 %. Está claro como Italia esté a punto de entrar en una importante fase de cambiamento social parecida a la que vivieron Francia y Alemania en los 80 y en los 90 . Sin embargo, en vez de una gestión positiva de las diferencias culturales que son la base de la inmigración, las políticas migratorias itlianas parecen intentarlo todo para que un inmigrante pueda ser declarado ilegal y llevado a la cárcel. Dejandole como única via la de la ilegalidad. Una via sin fondo, que en Italia lleva el nombre de mafia.

La misma situación del ayuntamiento de Rosarno lo demuestra: en las últimas elecciones los rapresentantes políticos han sido destituidos, acusados de negociar con la mafia. De hecho, ahora Rosarno es administrado por un prefecto policial.

Ahora, que los inmigrantes están en los centros de internamiento, nos surgen preguntas sobre las causas, las culpas, las mentiras. Sobre si sea tan difícil dar un acogida decente a quien llegue. Sobre quién recogerá las naranjas, ahora.

Por Daniele Grasso

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