Mitos sobre la inmigración

En los últimos meses se viene debatiendo sobre cómo frenar la «llegada masiva» de inmigrantes. Pero, ¿realmente es así?. Desmontamos varios mitos sobre la inmigración

Cada día, antes de ponernos a trabajar, me siento delante de mi ordenador y leo la prensa para estar informado de todo lo que acontece en España y en el resto del mundo y, como no puede ser de otra forma, me detengo más en las noticias relacionadas con la extranjería y la inmigración.

En mi lectura matutina, topé con un artículo de opinión de El País titulado «Mitos de las políticas de inmigración«, escrito por Diego Acosta Arcarazo, profesor titular de Derecho Europeo en la Universidad de Bristol y que actualmente trabaja en un proyecto sobre perspectivas para la gobernanza internacional de las migraciones (MIGROSP).

Nueva valla de melillaEl texto comenzaba con tres preguntas, al hilo de cuál es la mejor manera de tratar la llegada de inmigrantes africanos: «¿existe una invasión procedente del sur tal y como la describen algunos políticos y medios de comunicación? En caso de que exista, ¿son eficaces la construcción de muros y vallas cada vez más altos para frenarla? Y por último, ¿es la ayuda al desarrollo un factor relevante para reducir los flujos migratorios?«

Diego Acosta Arcarazo, a través de su artículo de opinión, desmonta con argumentos todos estos mitos que rondan siempre el tema de la inmigración.

En primer lugar analiza sobre esa «invasión» de inmigrantes que llega a Europa desde África que, en realidad, no es tal, ya que según datos de Naciones Unidas (datos tomados en 2013) sólo un 3,2% de personas a nivel mundial reside fuera de su país de nacimiento. Es más, destaca Diego Acosta que en las regiones en las que se han suprimido las fronteras (como es el caso de la Unión Europea) no se ha producido un aumento significativo de la emigración. En el caso de Europa, el porcentaje es el mismo que a nivel mundial: un 3% de personas fuera de sus países.

Añade el profesor Acosta Arcarazo que el mayor índice de inmigración no proviene de países africanos ya que según datos de la Unión Europea, durante los años 2012 y 2013, de los casi 4,5 millones de permisos de residencia inicial que se otorgaron, la mayoría fue a ciudadanos provenientes de Estados Unidos, Ucrania e India. Por contra, desde el año 1998 han llegado por mar provenientes de África, 40.000 personas.

Con respecto a la construcción de vallas y muros de contención para evitar el salto de inmigrantes, el profesor Diego Acosta Arcarazo pone de ejemplo a Estados Unidos. Este país militarizó su frontera con México y no ha podido evitar que en la actualidad residan en el país 11 millones de personas en situación irregular. La frontera estadounidense sólo ha conseguido que aumente el número de víctimas que intenta cruzar la frontera y fomentar la aparición de guías o «coyotes» que cobran grandes sumas de dinero por «ayudar» a llegar a los Estados Unidos.

Finalmente, desmonta uno de los mayores mitos relacionados siempre con la inmigración: el desarrollo de los países. Es decir, esa idea de que si se ayudara más a los países más necesitados, la gente no tendría la necesidad de emigrar.

Por contra de lo que la mayoría de las personas piensa, Acosta Arcarazo defiende que no son los más pobres los que viajan, sino «aquellos que tienen acceso a alguna forma de capital financiero, social o cultural que facilite el trayecto», ya que emigrar a otro país es caro. Además, considera (siguiendo el estudio de investigación del profesor De Haas de la Universidad de Oxford sobre migraciones) que la «emigración aumenta a medida que los países se desarrollan»; es decir, cuanto más rica y educada sea una sociedad, mayor número de personas tendrán las cualificaciones necesarias para obtener un visado de trabajo en otro país, y mayores serán las aspiraciones laborales de la ciudadanía. Es por ello, añade, que los países con mayor número de emigrantes son aquellos que tienen un índice de desarrollo medio, y no los países más pobres. Es más, una vez que un país llega a un nivel de desarrollo puede pasar de ser un país de salida de personas, a un país receptor, tal y como ocurrió en España.

Finaliza el artículo recordando que según la Organización Internacional de las Migraciones, más de 40.000 personas han perdido la vida al cruzar una frontera desde el año 2000. Por lo que «la investigación y el análisis empírico de otros casos a nivel mundial pueden contribuir a sortear errores pasados y a generar políticas más inteligentes que lleven aparejadas también el respecto de los derechos fundamentales de la persona y que eviten consecuencias indeseables e injustas».

Sin duda, un artículo para la reflexión.

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