Muy bueno el artículo que publicaba el sábado finanzas.com y que aquí reprodicimos. Los inmigrantes lo están pasando mal con esto de la crisis, pero parece claro son pocos (en proporción) los que abandonarán España por motivo de la mala situación económica. Os dejamos el artículo:
Si alguien pensaba que los inmigrantes eran un pañuelo de usar y tirar para el mercado laboral, puede ir olvidándolo. Pese al deterioro de la situación económica en España, las condiciones de vida son aquí mejores que las que la mayoría de ellos dejaron en sus países de origen, así que no sólo rehusan marcharse en tiempos de crisis, sino que siguen aumentando su presencia entre nosotros, aunque su nivel de desempleo se acerca a pasos acelerados al 20% y avanza a un ritmo mucho más alto que la media.
En el último año los demandantes de un puesto de trabajo en las oficinas del Inem se han disparado un 86% -frente al 38% del conjunto del país- y ya suman 337.000, según datos de octubre. La Encuesta de Población Activa (EPA) estima el número de desocupados en 623.000 y cifra su incremento anual en un 64%, veinte puntos más que el promedio nacional. En un país azotado por el frenazo de la economía y la masiva destrucción de empleo, este colectivo mantiene un fuerte dinamismo y roza ya los tres millones de asalariados (2.947.900), de los que más de 850.000 no están dados de alta en la Seguridad Social.
En contra de la voluntad del Gobierno y de amplios sectores sociales, la llegada de extranjeros se sigue produciendo por tierra, mar y aire, mientras persiste un alto volumen de permisos de trabajo. Los negros nubarrones que se ciernen sobre el país no han hecho mella en una avalancha que ha adquirido en la última década una inercia muy difícil de contener. Esa presión sobre el mercado laboral ha contribuido a que, mientras el brusco frenazo de la actividad eliminaba 164.000 empleos en los últimos doce meses, los inmigrantes con colocación crecieran en 101.500. Los trabajadores autóctonos, que desde hace años parecen haber renunciado a ocupar los puestos más penosos y peor remunerados, sufrían una pérdida de 266.000 ocupaciones en ese periodo.
Pese a todo, España ya no tiene capacidad para absorber la mano de obra exterior, como demuestra el hecho de que la tasa de paro en este segmento social haya crecido en un año desde el 11,8% al 17,4%, según la EPA, al verse singularmente afectados por el hundimiento de la construcción y sus efectos colaterales en la industria y los servicios. Ello representa, en cifras absolutas, 243.000 desempleados más. Una situación que ha encendido las alarmas en diversos sectores sociales, entre otros motivos por la brecha abierta con los trabajadores nacionales, cuya tasa de desempleo es del 10,2% con una cifra de 1,976 millones de desocupados.
Empresarios oportunistas
El deterioro económico y la dificultad para conseguir permisos de trabajo favorece que empresarios oportunistas se salten la legalidad y contraten de forma masiva a los inmigrantes en la economía sumergida. Se trata de trabajadores que, con frecuencia, no tienen otra opción porque están a la espera de cumplir los plazos legales de residencia -tres años- para regularizar su situación por la vía del ‘arraigo’.
Según las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), desde que finalizara el período extraordinario de regularización de 2005, la bolsa de ocupados extranjeros que no cotizan a la Seguridad Social ha recuperado el fuerte ritmo de crecimiento que la ha caracterizado en la última década; en el tercer trimestre eran 859.000, unos 43.000 más que hace un año. Es decir, uno de cuatro no cotiza al sistema.
Dada esta elevada irregularidad laboral, el paro registrado en las oficinas del Inem es mucho más reducido. En concreto, a finales de octubre 337.493 personas procedentes de otros países estaban en sus listas a la espera de una colocación. Esa cifra se ha disparado en un 86% en el último año, más del doble del 38% de ascenso del total de desempleados en una coyuntura de fuerte deterioro del mercado laboral, que previsiblemente se agudizará en los próximos meses.
Pese a los esfuerzos y campañas institucionales, diversos sectores sociales empiezan a ver a los inmigrantes como un problema -el tercero por detrás de la crisis económica y el paro, según la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS)-, y, cada vez más, como una competencia para ocupar los cada vez más escasos puestos de trabajo.
Mucha gente parece dispuesta a olvidar que la etapa dorada de progreso económico que ha vivido el país en los últimos quince años se debe en gran parte a la contribución de este colectivo, que no sólo ha ocupado gran parte de los empleos que los trabajadores nacionales rehuyen, sino que ha contribuido a elevar en varios puntos la expansión económica. El propio Gobierno estima que su contribución al crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) ha sido del 30% en la última década. Además, su aportación al sistema ha sido decisiva para que la Seguridad Social afiance su solidez financiera y haya retrasado en unos ocho años la fecha en la que en teoría debería haber entrado en crisis (desde 2015 a 2023).
Procedan de la Unión Europea -tienen entera libertad para trabajar en España- o de cualquier otra parte del mundo -necesitan permiso de trabajo al llegar-, los inmigrantes están demostrando una gran capacidad de progresión social y laboral en España. A medida que acumulan experiencia, formación y oportunidades, van ocupando puestos más elevados en la escala laboral. Así lo demuestran las estadísticas de la Seguridad Social, donde puede observarse que acceden de forma creciente a trabajos en la industria manufacturera, la banca, o la sanidad, cuando con gran frecuencia comenzaron en la agricultura, la hostelería o como empleados de hogar.
La masiva llegada de extranjeros a España y el tirón del paro en este grupo es un problema de primera magnitud que el Gobierno no oculta y que se propone afrontar con las herramientas que tiene en su mano. Por un lado están los inmigrantes de países de la UE; y ahí es poco lo que puede hacer, salvo mantener las cautelas pactadas en su día para los trabajadores de algunos nuevos socios como Rumanía. Los comunitarios que cotizan en España son 701.000, aproximadamente un tercio del total de extranjeros, con la precisión de que su presencia en la economía sumergida debe ser menor, dado que no necesitan permiso de trabajo.
Política restrictiva
Es en el grupo de trabajadores de países extracomunitarios donde el Ejecutivo mantiene una política restrictiva por varias vías. Por un lado está el control de fronteras y, por otro, se propone un cambio en la ley para frenar mecanismos legales de llegada -derecho de reagrupación familiar, mayores períodos de internamiento en los centros de acogida- y busca fórmulas para incentivar el regreso de extranjeros a su país de origen cuando se quedan en desempleo, como la capitalización de la prestación de paro aprobada hace una semana.
También se ha recortado de forma drástica las posibilidades para contratar en el extranjero a personas con especialidades que no se encuentran en España. El ‘Catálogo de ocupaciones de difícil cobertura’ del tercer trimestre ha rebajado de 1.855 a 502 las autorizaciones a las distintas provincias, sin tener en cuenta el caso especial del sector marítimo. Y es que el Gobierno piensa que, con 2,8 millones de parados registrados en el Inem -770.000 más que en octubre del pasado ejercicio- y la perspectiva de superar con holgura los 3 millones en breve plazo, deben ser muy pocas las profesiones que no tengan desempleados dentro del país.
En resumen, los inmigrantes acusan la crisis tanto o más que los autóctonos, pero la incorporación de nuevas remesas les permite mantener la progresión en el mercado laboral. Por ejemplo, aunque su presencia en la construcción ha caído en unas 90.000 personas y el paro en ese área ha crecido de forma exponencial en un año, han seguido aumentando su incorporación a otras como la hostelería o el comercio y la reparación de vehículos a motor, por citar tres actividades que concentran más de la mitad de los puestos que ocupan. También se está dando, a causa del frenazo de la economía, un retorno a los sectores que originalmente acogieron a este colectivo, como la agricultura y el trabajo del hogar, sin olvidar el paso de asalariados a autónomos cuando la necesidad obliga.
Cualquier cosa antes de regresar al país de origen, del que salieron en busca de una vida mejor. Y es que, salvo excepciones, habrían de cambiar mucho las cosas para que logren mejorar su situación si regresan, por difícil que sea el momento que atraviesen en España. La asistencia sanitaria gratuita, la escolarización de los hijos, las ayudas sociales, el cobro del desempleo, etc. son ventajas que les permitirán un mejor nivel de vida aquí, a la espera de cambien las circunstancias.
Hola soy danitza de peru y queria saber si uds, me podian ayudar con el visado a españa para poder terminar mi carrera de cocina y poder trabajar ala vez para desarrollarme como persona y profesional se los agredeceria mucho desde aqui su apoyo.
disponibilidad inmediata