El Servicio de Prensa Alternativa, Serpal, nos ha enviado este texto para su difusión, así como el artículo escrito por Roberto Saviano «El Valor Olvidado», que fue publicado en el diario italiano «La Repubblica» y en «El País» en España.
Os dejamos una introducción y mañana publicaremos el artículo completo de Roberto Saviano.
» En el pasado verano europeo, las frases de personajes como Sarkoszy, Berlusconi o Merkel con respecto a los inmigrantes en el Viejo Continente, fueron el anuncio de lo que vendría. Ya dejaban de ser «fuerza laboral» para convertirse en «gente que sobra». O más diplomáticamente «que cumplieron su ciclo en Europa». Inventaron el inmigrante con fecha de caducidad.
Poco después, otro aviso: el Parlamento Europeo con sus normas que comenzaban a despuntar la criminalización de los millones de inmigrantes. Con el transcurrir de los meses, la crisis capitalista ya no mostraba solamente sus orejas. Ya era su hocico el que comenzaba a dar dentelladas en la vida económica provocando las primeras víctimas, que como siempre sucede dentro de un sistema piramidal, fueron los más débiles, los más desprotegidos. En España y en otros países, una proporción elevada de quienes perdieron sus trabajos fueron los inmigrantes. Construcción, trabajos agrícolas, servicios auxiliares fueron las áreas que primero acusaron el impacto de la crisis.
Rápidamente se olvidaron de las cifras que demostraban que esos inmigrantes que llegaron huyendo de tierras devastadas por políticas neoliberales, o por guerras, o simplemente por hambre o pobreza habían fortalecido la economía y los sistemas de seguridad social de los países receptores. Y así, con medidas más o menos encubiertas, o con leyes excluyentes y represivas como en la Italia de Berlusconi, intentan «limpiar» europa de inmigrantes, o al menos reducir su número hasta donde sea posible.
Días pasados, el gobierno italiano aprobó que toda entrada o estancia ilegal en su territorio se convierte en delito y también dispone penas de cárcel para quienes alberguen a inmigrantes en situación irregular. Tampoco podrán aquellos inmigrantes que no dispongan de permiso de residencia realizar cualquier gestión adminstrativa.
Se convierten en «invisibles» para los derechos elementales, pero en posible objeto de castigos penales. Hasta el propio jefe de estado, Giorgio Napolitano se ha «espantado» con la medida berlusconiana y ha expresado públicamente que no la comparte.
Pero como la retórica siempre les lleva a hablar de «derechos humanos» y de presumir de criterios democráticos, tienen que disfrazar su política excluyente y su egoísmo con argumentos «razonables». Entonces culpabilizan al inmigrante de las desgracias sobrevenidas. Distraen, confunden y proponen un «blanco fácil» contra el cual disparar la bronca y la impotencia de la desocupación, la angustia de las hipotecas que ahogan, o incluso de la mesa vacía. Ese «blanco fácil» es el inmigrante. El que llegó escapando a los desastres de años de colonialismo, de aventuras imperiales, de guerras de conquista, de expolios e invasiones.
Ese es el discurso que han construído para justificar sus normas, para que los ciudadanos europeos callen y asientan cómplices a expulsiones, rechazos o encarcelamientos, pretendiendo inútilmente lavar sus conciencias en esas aguas sucias de mentiras, engaños y olvidos.
Afortunadamente hay otras voces que nos recuerdan la verdad. La que los gobernantes callan, tergiversan o esconden.
Por ejemplo, la de Roberto Saviano, quien condenado a muerte por las mafias italianas ( las verdaderas ), sigue escribiendo y contando lo que sucede en su país.
Y sobre este tema, así lo expresa y lo cuenta en su artículo «El Valor Olvidado» publicado en «La Repubblica» de Italia y en «El País» en España.